Psicología del embarazo
Cambios psíquicos durante el embarazo
El embarazo se caracteriza por
una creciente sensibilidad emocional, se presenta una gran necesidad de revisar
y comprender los vínculos primarios para poder relacionarse afectivamente con
el recién nacido. A este proceso Monique Bydlowski (psiquiatra francesa que ha pasado más de treinta años trabajando con embarazadas y puérperas en una gran maternidad parisina) lo llamó “transparencia psíquica”, el cual describe
como el estado psíquico que se desarrolla gradualmente para alcanzar un grado
de sensibilidad creciente durante el embarazo y especialmente al final. Se
caracteriza por un resurgir de recuerdos del pasado de su propia niñez. Esto conlleva, una reactivación de procesos
psicológicos anteriores no resueltos y puede llevar a una reagudización de
duelos anteriores pendientes. Por otra parte Grete L. Bibring describe el embarazo como
una crisis que revuelve identificaciones y conflictos no resueltos, y ofrece
una oportunidad para encontrar soluciones más adaptativas mediante una nueva
organización de la personalidad.
Durante el segundo trimestre del
embarazo se presentan las llamadas “representaciones maternas”, en donde los
movimientos fetales actúan como un estímulo proyectivo a partir del cual las
madres elaboran las fantasías derivadas de su relación con su propia madre. La
dificultad materna para elaborar una representación organizada de función
parental durante el embarazo predice y pronostica una situación de riesgo
perinatal, por la ausencia de modelo maternal con el que la mujer se pueda
identificar.
El vínculo con el bebé empieza a
formarse durante el embarazo, y está afectado por una serie de factores
interpersonales y ambientales como son la calidad de la relación de pareja, el
apoyo social, la presencia de estresores, la dinámica intrapsíquica sobre cómo
se concibe el bebé y sobre todo, la manera en que la madre fue criada por sus
propios padres. Selma Fraiberg señala que la diferencia entre padres abusados que
eran capaces de superar sus traumas y tratar bien a sus bebés y los que
repetían el trauma, estaba en la capacidad de recordar el dolor y no utilizar
defensas como la evitación, la negación, la represión o la desconexión.
El efecto de la ansiedad materna
en el embarazo probablemente sea mucho más grave y duradero en el bebé de lo
que se pensaba y sus efectos sobre el neurodesarrollo más severos que los de la
depresión posparto.
Estudios realizados en ratones
Los ratones de ratas estresadas
durante el embarazo mostraban menos interés en explorar en una situación nueva.
Estudios realizados en primates
Las crías pesaban menos,
presentaban un retraso del desarrollo psicomotor, presentando una menor
capacidad de atención. Cuando a los seis meses a estas crías se les exponía a
una situación novedosa o desconocida tenían más alteraciones de conducta y
menor tendencia a explorar el entorno, se dormían en respuesta al estímulo.
Las crías de madres que han
sufrido estrés en el embarazo son también hipersensibles al estrés y producen
más cortisol que las crías del grupo control. La liberación de cortisol materno
pasa a la placenta y afecta al desarrollo del hipocampo y la amígdala fetal. Si
hay estrés en algunos momentos críticos de la vida fetal algunas áreas
cerebrales se desarrollan programadas para una situación de estrés permanente
lo que da lugar a la conducta mal adaptada que se observa posteriormente.
Estudios realizados en humanos
El estudio ALSPAC (Avon Longitudinal Study of Parents and Children) ha sido el estudio de seguimiento más importante por su magnitud y que ha confirmado el efecto duradero que tiene la ansiedad en el embarazo sobre el desarrollo de los niños.
Las mujeres con acontecimientos
vitales estresantes durante el primer trimestre tienen un mayor riesgo de tener
un aborto espontáneo, alteraciones congénitas como labio leporino, parto
prematuro y bajo peso.
A mayor estrés materno parece
haber menor reactividad de la frecuencia fetal, lo que puede favorecer la
conducta inhibida en la infancia. Se ha observado una asociación muy
significativa entra la ansiedad materna en el tercer trimestre y las
alteraciones de conducta y problemas emocionales en la primera infancia;
temperamento difícil a las 10 semanas y los 7 meses así como también pasan más tiempo dormidos, y menos tiempo en
alerta activa.
El efecto de la ansiedad
materna es diferente en distintos momentos del embarazo, así niveles altos de
ansiedad en la semana 18 se asocian con una mayor incidencia de zurdos o
problemas de lateralidad. Al llegar a la adolescencia los hijos de madres que han
tenido alta ansiedad en la primera mitad del embarazo presentan una mayor
impulsividad y una menor puntuación en las escalas de inteligencia.
El cortisol materno a las 24
semanas predice las alteraciones en la adaptación de los lactantes a los 3 y 8
meses de edad. Los hijos de madres que habían tenido más estrés en el embarazo
tenían niveles más altos de cortisol.
La ansiedad materna en la semana
32 predecía problemas graves de conducta en niños; hiperactividad y déficit de
atención a los cuatro años, a los seis y siete años seguían mostrando problemas
de conducta y alteraciones emocionales.
Las mujeres con ansiedad en el
embarazo tiene tres veces más probabilidades de tener síntomas depresivos
intensos en el puerperio.
Parto natural
La descarga de adrenalina que se
produce durante el parto estimula la amígdala, que tiene un papel importante en
la memoria olfativa. El olor materno es muy llamativo para los bebés y se cree
que su reconocimiento temprano facilita el establecimiento de la relación de
apego y su adaptación al ambiente postnatal, además de ayudarles a distinguir
mejor la leche de su madre.
Cesárea
En una cesárea programada la
transición neurohormonal es absolutamente brusca, de forma muy diferente a como
sucede en un parto fisiológico o vaginal, presentándose una dificultad tanto
para el bebé como para la madre en la orientación olfatoria para el inicio de
la lactancia, afectando la respuesta maternal. La madre tiene una respuesta
significativamente menor en el cerebro al llanto de su bebé, lo que suele
asociarse con dificultades en la memoria espacial y otras funciones en la edad
adulta.
La cesárea es percibida como una
experiencia menos satisfactoria, asociándose con más frecuencia a depresión
postparto.
Al momento de nacer
Es importante el contacto piel
con piel inmediato, ya que conserva la energía, ajusta el balance ácido base y
la respiración, calmando al bebé. También ayuda a la madre: adapta su sistema
digestivo, y cambia la conducta maternal. Los estímulos físicos y táctiles
llevados a cabo entre la madre y su recién nacido son de gran relevancia para
el futuro neurodesarrollo de éste, ya que implican una serie de modificaciones
en su programación genética, con efectos que persisten a largo plazo. Al
favorecer el contacto íntimo madre-bebé tras el nacimiento, se produce una
elevación de los niveles de oxitocina en el cerebro del bebé que a su vez,
implican una serie de cambios neuroanatómicos que perduran con el tiempo y
permiten que, llegada la edad adulta, ejerza una actitud de apego mayor para
con sus descendientes.
La conducta materna espontánea
tras el parto incluye mirar a los ojos del bebé, vocalizar en tono alto,
expresiones positivas, tacto afectivo y caricias. Las interacciones coordinadas
con la madre proveen el input crítico para la maduración del cerebro social.
La falta de contacto conlleva una
alteración de la respuesta en la edad adulta al estrés o la ansiedad. El impacto de pasar las dos primeras horas de
vida separados se traduciría en una peor interacción madre-bebé al año de vida.
Si la madre, por su estado de
salud, no puede estar en contacto piel con piel con su hijo se ha mostrado que
el contacto piel con piel inmediatamente tras el parto con el padre puede ser
beneficioso para ambos. Estos niños presentan menos llanto, se muestran más
calmados y adquieren un comportamiento más organizado de forma más precoz.

Prematurez
Los bebes prematuros separados
de sus madres presentan niveles de glucorticoides en sangre hasta 10 veces
mayores que si permanecen piel con piel junto a sus madres. Estos niños
precisan cuidados intensivos y se encuentran expuestos al dolor, lo que puede
generar alteraciones de la conducta a lo
largo de su vida. Un método de intervención es el NIDCAP (Newborn
Individualized Developmental Care and
Assessment Program), este método es conducido por profesionales entrenados en
neurodesarrollo, se aplica para disminuir los efectos devastadores sobre el
cerebro de los bebés.
La lactancia
La leche materna contiene
oxitocína, la cual actúa como ansiolítico en el sistema nervioso central del
recién nacido, facilitando un rápido condicionamiento asociado al olor materno
y al mantenimiento de la memoria de este ambiente inicial.
Las madres que lactan describen
con mayor frecuencia un estado de bienestar y menor ansiedad, interactuando de
forma positiva con sus bebés, dirigiéndoles más caricias y sonrisas, que
aquellas que utilizan lactancia artificial.
El apego
La conducta de apego involucra un
vínculo afectivo persistente a través del tiempo, con una persona específica,
emocionalmente significativa y no intercambiable, que despierta el deseo de
mantener la proximidad de esta figura y produce estrés cuando se presenta una
separación involuntaria.
La teoría de la conducta de apego
está basada en la premisa de la existencia de una motivación aprendida, que se
codifica genéticamente y permite al infante formar un vínculo con una figura
específica, para obtener de ella una “base segura”, que le permita la
exploración de su propio mundo externo.
· - Reflectividad o empatía: Capacidad de entender
lo que siente el niño en cada situación.
-Sensibilidad: capacidad de interpretar
adecuadamente las diferentes señales del niño.
· -Responsividad: capacidad para responder en forma
adecuada, efectiva y pronta a las necesidades del infante.
· -Disponibilidad: capacidad de brindarle al niño
la seguridad de su permanencia en cualquier situación donde la requiera.
· -Validación emocional: capacidad de darle
importancia al respaldo emocional puesto en cada conducta.
La ruptura de este proceso
conduce a modelos conflictivos de apego, generando respuestas inadecuadas ante
eventos estresantes usuales y predisponiendo la presentación de trastornos
mentales.
Varios estudios han demostrado
que existe una correlación directa de la teoría del apego, no solamente en el
desarrollo neuronal del infante, sino también con cambios en los sistemas
neuroendocrinos de la madre, que permiten, finalmente, la iniciación del
vínculo entre ambos y la formación del proceso del apego.
El apego del niño por su
madre se inicia desde el nacimiento, cuando empieza a percibir los sonido y el
olor de la madre y continúa después con el reconocimiento del rostro de su
madre y de cualidades adicionales al olor y sonidos del medio ambiente,
creándose el puente ambiental pre y posnatal. Durante los primeros días
posteriores al nacimiento, la percepción de olores origina cambios en el bulbo
olfatorio, que se mantiene hasta la vida adulta.
Una vez se crea la conducta de apego, la separación como evento estresante por excelencia en esta época de la vida, traería consigo diferentes conductas o fases; fase de anhelo y protesta, fase de desesperanza y fase final de desapego.
La falta de una adecuada figura
de apego se puede manifestar como alteraciones en la regulación de la
temperatura, la función del sistema inmune, la regulación del peso corporal y
los patrones de alimentación, la exhibición de conductas autodestructivas,
estereotipias motoras, hiper o hipomotilidad y agresividad, con incapacidad
para usar la expresión facial como estímulo que permita discriminar tareas de
aprendizaje e inhibir respuestas aprendidas e incapacidad para detectar
extraños.
Las relaciones de vínculo y apego
van a condicionar las respuestas emocionales de los niños y niñas durante sus
primeros años y estas experiencias influirán de forma determinante en las
sinapsis, en la calidad de las conexiones cerebrales, en el crecimiento del
cerebro que, como sabemos, es máximo en el último trimestre del embarazo y en
los dos primeros años de vida.
Dormir con los padres
La lactancia y el sueño
compartido durante la noche constituyen un viejo mecanismo de adaptación, que regula la fisiología de la madre y del
niño de manera beneficiosa.
El simple hecho de que los bebés
duerman en la habitación de los padres es suficiente para dividir por cuatro el
riesgo del síndrome de muerte súbita del lactante.
Necesitamos comprender que los
recién nacidos necesitan un hábitat natural para usar todas las competencias
que tienen y que, a veces, impedimos que las apliquen cuando les colocamos en
un hábitat preparado para nosotros como adultos (cuna).
La etapa embarazo-parto-lactancia, es una oportunidad única de crear lazos afectivos madre-hijo, esto determinará su personalidad, la forma en que establezca sus relaciones personales y por lo tanto su calidad de vida. Sin embargo nada es determinante, siempre hay opciones para complementar alguna deficiencia, lo importante es que los padres disfruten de esta etapa, ya que de ese modo será más fácil para el bebé percibir su amor.
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